El centro de la Ciudad de México debe sus orígenes a la antigua Tenochtitlán, lugar que es vestigio de un complicado pasado, además de la fusión de culturas y creencias religiosas. La ciudad se gestó a lo largo de tres siglos en donde fueron necesarias varias reconstrucciones de muchos de sus principales edificios.
Un rincón emblemático de la ciudad que iba tomando forma de poco en poco en medio de todas esas reconstrucciones, es lo que hoy conocemos como la Plaza de Santo Domingo, edificación que se construyó en el siglo XVII. Ese espacio que se encuentra en la esquina de República de Cuba #96 casi esquina con República de Brasil, formó parte del palacio de Cuauhtémoc, el último Tlatoani mexica.
El siglo XIX llegó a México junto con su independencia, la Guerra de Reforma y el inicio del Porfiriato, movimientos que una vez más impactaron en el rostro arquitectónico de la ciudad, donde el Neoclásico y el Art Nouveau tuvieron su auge a costa de la destrucción de edificios novohispanos. Nuevamente las fachadas de la Plaza de Santo Domingo fueron modificadas.
Como resultado de la aplicación de las Leyes de Reforma en lo relativo a la expropiación de los bienes de la Iglesia, la Plaza de Santo Domingo sufrió grave alteraciones de nueva cuenta. Durante la primera mitad del siglo XIX el comercio quedó libre, por lo que se establecieron puestos para la venta de pulque y otros productos en varios lugares, uno de ellos: la plazuela de Santo Domingo. El comercio se estableció de manera formal en la zona.
Poco a poco las ampliaciones de la plaza fueron asentándose hasta llegar a las que conocemos hoy día. Las actuales dimensiones datan del año 1861, en que fue derribada la pared de cal y piedra que formaba el atrio del templo, la cual hacia continuación a las casas de la calle de la Cerca, hasta encontrar en ángulo recto la pared que venía de la calle de los Sepulcros (Belisario Domínguez), continuando el paño de la iglesia. También se procedió a empedrarla.
A finales del siglo XIX se establecieron bajo los portales de la Plaza de Santo Domingo—no sin antes alojar circos y espectáculos para el entretenimiento de los lugareños—algunos evangelistas quienes se dedicaban a escribir cartas o documentos para aquellos que no sabían leer o escribir. Inicialmente utilizaban plumas de aves y papel, sin embargo, con el tiempo incorporaron el uso de máquinas de escribir mecánicas. De ahí proviene el nombre de las edificaciones que flanquean la plaza: Portales de los Evangelistas.
Actualmente y luego de cantidad de modificaciones, la Plaza de Santo Domingo se ha convertido en uno de los lugares imperdibles para todo aquel que visita el Centro Histórico. Ahora el número 96 de la calle de República de Cuba será una joya más, no sólo de la que es la segunda plazoleta más importante de la capital, sino de la cuidad, Domingo Santo Hotel Boutique te ofrece una experiencia única con deliciosa gastronomía y hospitalidad. Un sitio emblemático donde la historia toma forma, te espera.