Cuenta la Leyenda que a unos pasos de la Plaza de Santo Domingo, existía un herrero afamado por su buen trabajo colocando las herraduras a los caballos.
Una noche, cuando las campanas de Santo Domingo estaban por tocar las 23:00 hrs y el herrero se disponía a dormir, una fuerte llamada a su puerta lo distrajo y al abrir, dos hombres solicitaron colocar las herraduras a una mula, aparentemente los servicios no podían esperar al día siguiente, ya que la mula era del sacerdote que vivía en el actual número 100 de la Calle de República de Perú, exactamente a espaldas del Templo de Santo Domingo, y que esté tenía que partir al alba al Cerro del Tepeyac.
Al herrero le extrañaron las razones dadas por los hombres, sin embargo, ansioso de recibir algunas monedas, accedió a prestar sus servicios a altas horas de la noche.
Al colocar las herraduras, el herrero escucho un extraño lamento que salía de la boca del animal, sin embargo, no presto atención y continuo con su encargo.
A la mañana siguiente, el herrero decidió acudir a la casa del sacerdote para asegurarse que los hombres no le hubiesen mentido y cual habrá sido su sorpresa al encontrar, en el patio de aquella casa ubicada en el numero 100 de República de Perú, a la ama de llaves de aquel inmueble, sangrando de manos y pies y con las herraduras perfectamente colocadas la noche anterior.